Josefina Vicens

Born: 23 November 1911, Mexico
Died: 22 November 1988
Country most active: Mexico
Also known as: NA

The following is republished with kind permission from the Enciclopedia de la Literatura en México.

En el imaginario de las letras mexicanas, Tabasco resuena como el fecundo afluente del que han surgido poetas sobresalientes: José Gorostiza, Carlos Pellicer, José Carlos Becerra. A ello debe añadirse que, en los humedales de su capital, nació también Josefina Vicens (1911-1988), la primera narradora en obtener el, por algún tiempo mítico, premio Xavier Villaurrutia. Lo hizo con El libro vacío (1958, Compañía General de Ediciones), su primera novela, poco después de que le fuera concedido a Pedro Páramo de Juan Rulfo y El arco y la lira de Octavio Paz (en 1955 y 1956, respectivamente). Casi un cuarto de siglo después, Vicens publicaría su segunda y última novela, aún más breve que la primera: Los años falsos (1982, Martín Casillas Editores), con portada de José Luis Cuevas.

Al morir Vicens, Paz dijo a los periodistas que esta autora legaba una obra “reducida, mas no limitada”, “escasa, pero profunda”, características que también atribuyó al trabajo de Rulfo, de Gorostiza y de Villaurrutia. Sin embargo, a diferencia de ellos, la obra literaria de Vicens ha sido poco visible para los lectores y para la historiografía literaria, con independencia de su calidad y singularidad. ¿Qué hace tan heterodoxa a quien, en palabras de Ana Rosa Domenella,[1] es un “clásico marginal”, a esta “autora de culto”, como la califica Aline Pettersson, a esta precursora de la metaficción en nuestra literatura, como afirma Fabienne Bradu, que tanto la desmarcan de las principales corrientes de la literatura mexicana del siglo xx?

Aunque su obra se asocia con la de autoras como Rosario Castellanos, Amparo Dávila e Inés Arredondo, todas ellas nacidas en la década de 1920, Vicens es una autora que se ubica generacionalmente junto a los escritores nacidos en la década de 1910: Octavio Paz (1914), Elena Garro (1916), Juan Rulfo (1917) y Juan José Arreola (1918).

Campobello (1900) se adelantó a Vicens en ocupar el sitio de “la primera narradora mexicana moderna del siglo xx”. Sin embargo, Vicens bien puede ser la primera narradora mexicana urbana del siglo xx, ya que sus novelas tienen como trasfondo familias de clase media en la Ciudad de México. Los relatos de Campobello se sitúan, en cambio, en aquellos pueblos del norte de México en los que la autora duranguense vivió su infancia y adolescencia.

En vida de la autora, su primera novela fue traducida al francés por la poeta y feminista Alaíde Foppa y por Dominique Lemort, viuda de Éluard, para publicarse en Francia con una carta de Octavio Paz a manera de prólogo. Luego de su muerte, ambas obras han sido traducidas al inglés y Los años falsos al italiano. En contraste con su reducida carrera literaria, a la que sólo se añadieron una obra de teatro (Un gran amor, Cuadernos de Bellas Artes, 1962), el cuento “Petrita” (publicado en la revista Plural, 1989)[2] y algunos poemas, Vicens fue prolífica como guionista de cine, un oficio que realizó de manera preponderantemente profesional. También ejerció el periodismo en tres géneros especializados: crónica taurina, artículos políticos y crítica cinematográfica.

Gabriel Figueroa, el cinefotógrafo más destacado de la “época de oro” del cine mexicano, fue quien en 1948 alentó a Vicens a desarrollarse en la escritura de guiones. Esto, tras enterarse de su participación en el guion de Aviso de ocasión, una película que no llegó a filmarse. Ella misma refería haber escrito más de noventa guiones cinematográficos, de los cuales se filmaron alrededor de veinte. Entre éstos destacan Las señoritas Vivanco (Mauricio de la Serna, 1959), que escribió con base en una historia de Elena Garro, Juan de la Cabada y el propio de la Serna, y los de las películas Renuncia por motivos de salud (Rafael Baledón, 1975, protagonizada por Ignacio López Tarso) y Los perros de Dios (Francisco del Villar, 1974, con fotografía de Gabriel Figueroa), que le merecieron en cada caso el premio Ariel de la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas. Respecto del periodismo, firmó sus artículos políticos con el pseudónimo de Diógenes García, sus colaboraciones para medios especializados en la fiesta brava como Pepe Faroles y los artículos sobre cine con su propio nombre. Fundó, produjo y dirigió la revista Torerías.

La temprana infancia de Josefina Vicens transcurrió en Villahermosa, puesto que su familia, compuesta por una maestra tabasqueña, un comerciante español originario de las Islas Baleares y cinco hermanas, de las cuales ella fue la segunda, mudó su residencia a la Ciudad de México antes de que cumpliera seis años. A los quince años, Josefina Vicens comenzó su vida laboral en empleos burocráticos, destacándose en el ámbito sindicalista federal. Entre sus cargos se encuentran el de miembro de la sección ejecutiva y oficial mayor del Sindicato de Trabajadores de la Producción Cinematográfica (stpc), vicepresidenta de la Sociedad Nacional de Escritores de México y presidenta de la Comisión de Premiación de la Academia Mexicana de Ciencias y Artes Cinematográficas.

El feminismo no fue militante ni explícito en la obra literaria de Vicens: los protagonistas de sus novelas son hombres en entornos y con conflictos propios del mundo masculino. No obstante, sí estuvo presente en su actuar profesional: como secretaria de Acción Femenil de la Confederación Nacional Campesina (cnc), junto con Concha Michel, impulsó la creación de las Ligas Femeniles, y como Secretaria de Acción Femenil de la Federación de Trabajadores al Servicio del Estado (fstse), pugnó por que las mujeres tuvieran igualdad de condiciones en el ámbito laboral, civil y político respecto de los hombres.

Josefina Vicens murió la víspera de su cumpleaños setenta y siete, en la Ciudad de México, luego de algunos años de vivir aquejada por una progresiva ceguera y por la pérdida, cinco años antes, de su pareja, la actriz Anita Blanch.

In the imagination of Mexican letters, Tabasco resonates as the fertile tributary from which outstanding poets have emerged: José Gorostiza, Carlos Pellicer, José Carlos Becerra. To this must be added that, in the wetlands of its capital, Josefina Vicens (1911-1988) was also born, the first storyteller to win the, for some time mythical, Xavier Villaurrutia prize. She won it with El libro vacío (The Empty Book) (1958, Compañía General de Ediciones), her first novel, shortly after it was awarded to Pedro Páramo by Juan Rulfo and El arco y la lira by Octavio Paz (in 1955 and 1956, respectively). Almost a quarter of a century later, Vicens published her second and last novel, even shorter than the first: Los años engaños (The False Years) (1982, Martín Casillas Editores), with a cover by José Luis Cuevas.

When Vicens died, Paz told reporters that this author left behind a work that was “reduced, but not limited,” “scarce, but profound,” characteristics that she also attributed to the work of Rulfo, Gorostiza, and Villaurrutia. However, unlike them, Vicens’ literary work has been little visible to readers and to literary historiography, regardless of its quality and uniqueness. What makes someone who, in the words of Ana Rosa Domenella [1], is a “marginal classic,” this “cult author,” as Aline Pettersson calls her, this precursor of metafiction in our literature, as Fabienne Bradu affirms, so heterodox that they set her apart from the main currents of 20th century Mexican literature?

Although her work is associated with that of authors such as Rosario Castellanos, Amparo Dávila and Inés Arredondo, all of them born in the 1920s, Vicens is an author who is placed generationally alongside the writers born in the 1910s: Octavio Paz (1914), Elena Garro (1916), Juan Rulfo (1917) and Juan José Arreola (1918).

Campobello (1900) was ahead of Vicens in occupying the place of “the first modern Mexican storyteller of the 20th century ”. However, Vicens may well be the first urban Mexican storyteller of the 20th century, since her novels are set in middle-class families in Mexico City. Campobello’s stories, on the other hand, are set in those towns in northern Mexico where the author from Durango spent her childhood and adolescence.

During the author’s lifetime, her first novel was translated into French by the poet and feminist Alaíde Foppa and by Dominique Lemort, Éluard’s widow, to be published in France with a letter from Octavio Paz as a prologue. After her death, both works have been translated into English and The False Years into Italian. In contrast to her short literary career, which only included a play (Un gran amor, Cuadernos de Bellas Artes, 1962), the short story “Petrita” (published in the magazine Plural, 1989) [2] and some poems, Vicens was prolific as a film scriptwriter, a job she carried out in a predominantly professional manner. She also worked as a journalist in three specialized genres: bullfighting chronicles, political articles and film criticism.

Gabriel Figueroa, the most prominent cinematographer of the “golden age” of Mexican cinema, was the one who encouraged Vicens in 1948 to develop her interest in scriptwriting. This, after learning of her participation in the script of Aviso de oportunidad, a film that was never filmed. She herself claimed to have written more than ninety film scripts, of which around twenty were filmed. Among these are Las señoritas Vivanco (Mauricio de la Serna, 1959), which she wrote based on a story by Elena Garro, Juan de la Cabada and de la Serna himself, and those for the films Renuncia por momentos de salud (Renuncia por momentos de salud, Rafael Baledón, 1975, starring Ignacio López Tarso) and Los perros de Dios (Francisco del Villar, 1974, with photography by Gabriel Figueroa), which in each case earned her the Ariel award from the Mexican Academy of Cinematographic Arts and Sciences. As for journalism, she signed her political articles with the pseudonym of Diógenes García, her contributions to media specialized in bullfighting such as Pepe Faroles and her articles on cinema with her own name. She founded, produced and directed the magazine Torerías.

Josefina Vicens spent her early childhood in Villahermosa, as her family, consisting of a teacher from Tabasco, a Spanish businessman originally from the Balearic Islands, and five sisters, of whom she was the second, moved to Mexico City before she was six years old. At fifteen, Josefina Vicens began her working life in bureaucratic jobs, standing out in the federal union sphere. Her positions include member of the executive section and senior officer of the Film Production Workers Union (STPC), vice president of the National Society of Writers of Mexico, and president of the Awards Committee of the Mexican Academy of Cinematographic Sciences and Arts.

Feminism was not militant or explicit in Vicens’ literary work: the protagonists of her novels are men in environments and with conflicts typical of the male world. However, it was present in her professional work: as Secretary of Women’s Action of the National Peasant Confederation (CNC), together with Concha Michel, she promoted the creation of the Women’s Leagues, and as Secretary of Women’s Action of the Federation of Workers in Service of the State (FSTSE), she fought for women to have equal conditions in the labor, civil and political spheres with respect to men.

Josefina Vicens died on the eve of her seventy-seventh birthday in Mexico City, after several years of living afflicted by progressive blindness and the loss, five years earlier, of her partner, the actress Anita Blanch.

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